La adolescencia suele describirse como una etapa de profundas transformaciones y comportamientos impredecibles. En el cuerpo, la mente y las relaciones, los jóvenes atraviesan un período de redefinición que los enfrenta a preguntas fundamentales: ¿Quién soy? ¿Qué quiero ser? Entre las características de esta etapa, la rebeldía ocupa un lugar central. Este rasgo, tan propio de los adolescentes, no es nuevo; es una constante y un momento clave y necesario en el proceso de desarrollo psíquico para la construcción de la identidad.
La rebeldía como ruptura y construcción
Más que un simple desafío a las normas, la rebeldía es una respuesta a las tensiones internas que surgen en el joven al abandonar los ideales infantiles. Es un intento por separarse psíquicamente de los “padres de la infancia” y comenzar a construir una identidad propia. Durante la niñez, los niños suelen ser más receptivos y construyen su identidad de acuerdo con las normas de los adultos, adaptándose a las expectativas de la familia y la escuela sin demasiada resistencia. Sin embargo, con la llegada de la adolescencia, este equilibrio se rompe. Esta etapa es una especie de "transición", en la que el adolescente se mueve entre la dependencia emocional y la necesidad de autonomía, buscando un equilibrio que le permita encontrar su lugar en el mundo.
El ensayo y error de la identidad
El camino hacia la identidad no es lineal. Durante la adolescencia, los jóvenes ensayan diferentes roles, estilos e intereses, adoptándolos y descartándolos a medida que exploran quiénes son. Margaret Mahler describe este proceso como una continuación simbólica de la separación-individuación, en la cual los adolescentes prueban diversas formas de ser para consolidar su individualidad.
Por ejemplo, un adolescente puede adoptar una moda particular o afiliarse a una ideología solo para abandonarla poco después. Lejos de ser un signo de inestabilidad, estos cambios reflejan un proceso de autodescubrimiento, donde se experimentan distintas versiones del "yo" hasta encontrar las que mejor se ajustan a su personalidad.
El riesgo de la conformidad
No todos los adolescentes expresan su búsqueda de identidad mediante la rebeldía visible. Algunos, por temor a los conflictos o debido a identificaciones muy fuertes con los padres, optan por la conformidad. Aunque a simple vista parecen "más tranquilos", esta falta de desafío puede ser también una señal de conflictos internos.En este sentido, Lacan nos recuerda que el deseo del adolescente está profundamente influido por el deseo del Otro. Un adolescente que se conforma demasiado pronto puede estar evitando este proceso por miedo a perder el amor o la aceptación de sus figuras de referencia.
De igual manera, en la adolescencia, el grupo de pares y las relaciones sociales adquieren una relevancia mayor. El joven busca identificarse con otros para encontrar un lugar donde sentirse comprendido, pero, al mismo tiempo, lucha por destacar y mantener su individualidad. La rebeldía, en este contexto, se convierte en una forma de marcar un territorio propio, un "esto soy yo, y no lo que tú esperas que sea".
Acompañamiento
Para los adultos, la rebeldía adolescente puede ser desconcertante, pero también representa una oportunidad. Escuchar y acompañar, más que imponer o controlar, resulta clave para promover un desarrollo saludable.
En el trasfondo de cada acto desafiante hay una búsqueda de sentido, una pregunta sobre el lugar que el adolescente quiere ocupar en el mundo. La rebeldía no debe ser vista como un problema a resolver, sino como un paso necesario en la construcción de la identidad. Este proceso implica ensayo, error y contradicción, pero también representa el crecimiento hacia una vida psíquica más autónoma y genuina.
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