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Inteligencia artificial y práctica psicoterapéutica

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En los últimos años, la inteligencia artificial ha ido avanzando de tal manera que ha comenzado a formar parte de muchas áreas de nuestra vida cotidiana. Esta ha sido utilizada para reemplazar otras herramientas, así como funciones y, por lo tanto, a las personas que las ejecutaban. Es el caso, por ejemplo, de los cajeros, la captura de datos y procesos administrativos que solían ser gestionados por humanos.


Todas estas situaciones han generado debate e inquietud respecto a los usos de la inteligencia artificial, pues, en una búsqueda por reducir costos y maximizar ganancias, profesionistas de muchas áreas ahora se preguntan si eventualmente podrían ser reemplazados por una IA.


El campo de la psicoterapia y el psicoanálisis no es la excepción.


Lo cierto es que, si bien la IA puede simular lenguaje, generar hipótesis y “aprender” o “recordar” información, la escucha analítica no se reduce a una simple decodificación de datos o conductas. La atención y escucha psicoterapéutica de los conflictos emocionales es más que un conjunto de datos concretos o conductas a evaluar. En la práctica psicoterapéutica, herramientas inherentemente humanas, como la capacidad de empatizar con el otro o de notar gestos sutiles de la comunicación no verbal, son elementos que requieren de una sensibilidad que no se puede replicar artificialmente.


La relación entre paciente y terapeuta es una a través de la cual surgen y se desarrollan identificaciones, proyecciones, resistencias y afectos. De igual manera, la escucha psicoanalítica no es solo teórica y/o interpretativa, sino que también es una forma de presencia, de disponibilidad afectiva y, sobre todo, una capacidad de resonancia. El terapeuta no solo escucha desde el conocimiento teórico, sino que escucha con todo su aparato psíquico, con su cuerpo, con su historia.


Desde esta perspectiva, en la psicoterapia no solo se trabaja con lo que el paciente dice, sino también con cómo lo dice, cuándo lo dice y qué hace con lo que dice. Es por esto que el trabajo analítico no puede ser reducido a una técnica general ni replicable. Lo que ocurre en el encuentro entre paciente y analista es exclusivo de cada proceso y de cada historia. Cada sesión implica un proceso único, que no puede ser anticipado ni estandarizado, y que solo puede ser sostenido por alguien dispuesto a habitar lo complejo, lo ambiguo, lo humano.


En el trabajo clínico no solo importa lo que se dice, sino cómo se dice, cuándo se dice y qué silencios lo rodean. Escuchar implica habitar un lugar complejo, donde entran en juego la transferencia, la contratransferencia, la historia singular del sujeto, sus defensas, sus repeticiones, sus escenas inconscientes.

 
 
 

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