
Los desastres naturales los podemos entender como eventos adversos de origen natural que sobrepasan o sobrecargan las capacidades y los recursos de las personas y la comunidad que los viven para enfrentar y lidiar con los mismos, esto debido en parte a la naturaleza misma tan súbita y repentina de este tipo de sucesos.
Los desastres tienen un gran impacto en la salud mental de gran parte de la población, tanto directa como indirectamente. Ya sea que las personas puedan haber sufrido la pérdida de un ser querido o la destrucción o afectación de su hogar, o también se puede observar cómo los efectos del desastre pueden afectar a las personas, incluso si no han sufrido una pérdida directa de familiares o bienes materiales.
Sin embargo, es crucial tener en cuenta que no hay un patrón "estándar" de estrés en respuesta a este tipo de experiencias traumáticas. En ciertas personas se puede observar una respuesta inmediata, mientras que otras personas podrían experimentar reacciones meses o incluso años después de haber experimentado un suceso de este tipo.
Los efectos adversos pueden durar mucho tiempo para algunas personas, mientras que otras se recuperan con bastante rapidez. De igual manera, las reacciones y los afectos pueden variar a través y con el paso del tiempo, es decir, existen los casos en los que las personas pudieron haber experimentado la situación con reacciones más intensas, sin embargo, eventualmente lograron hacer uso de sus recursos para enfrentar la situación; así como también están las personas que en un principio se sienten motivadas a hacerle frente a la adversidad, pero posteriormente pueden sentirse abrumadas o deprimidas.
La duración, la intensidad y la severidad de los efectos provocados por estos eventos puede variar de acuerdo con diversos aspectos, como:
La capacidad de la persona para hacer uso de sus propios recursos y herramientas para hacer frente a situaciones desafiantes.
La severidad e intensidad de la pérdida. Cuanto más severa es la afectación, más aumentan las posibilidades de que la persona reaccione negativamente ante el suceso.
La duración, y la intensidad con la que vivió el evento determinarán la sintomatología posterior de la persona.
Eventos previos y posteriores a la experiencia traumática. Las experiencias previas pueden ser consideradas como fortalezas o debilidades, mientras que las experiencias posteriores al trauma pueden ser factores que lo agravan o, por el contrario, lo alivian. Es posible que las personas que han enfrentado otras situaciones que les han afectado emocionalmente, experimenten reacciones más fuertes ante nuevos eventos estresantes. En estos casos, puede ser necesario un mayor tiempo de recuperación para superar el impacto del trauma.
FINALMENTE...
Hay quienes logran manejar con más efectividad las demandas emocionales y físicas surgidas por este tipo de eventos traumáticos, utilizando sus propios recursos y sistemas de apoyo. No obstante, también es posible que las dificultades surgidas a partir de un acontecimiento de este tipo persistan y se mantengan en la vida cotidiana. Aquellas personas que experimenten reacciones prolongadas que interfieren con su funcionamiento cotidiano, deben buscar la ayuda de un profesional de la salud mental capacitado y experimentado.
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